QUE VUELVA EL BLANCO Y NEGRO.

Se nos ha olvidado cómo se quiere. Sí. Se nos ha olvidado el amor loco y arriesgado de las películas en blanco y negro. Ese que según cuentan las leyendas, duraba para siempre. No sabemos cómo se hace. Y siendo sinceros, tampoco nos interesa recordarlo. Que amar así es muy sacrificado. Cansa. Agobia. Y lo peor de todo: nos ata. Y no nos gusta sentir que nada nos resta libertad.

Se nos ha olvidado cómo querer sin medida y sin fecha de caducidad. Porque el mundo es tan comercial y consumista, que nos convence de que todo, incluso el amor, debe usarse sólo hasta que se agote. Se compra y se vende. Se abre, se gasta y se tira. Se usa, como se quiera claro que para algo se paga, y cuando ya no sirve no se arregla, porque la reparación es más cara y lenta que la sustitución.

No sabemos cómo querer sin condiciones. Pero ay, cómo cambiaría el mundo si supiéramos hacerlo sólo una décima parte de bien. Si supiéramos hacerlo sanamente. Si lo intentáramos al menos. Porque hoy en día llamamos amor a cualquier cosa, nos conformamos con la mínima parte. No nos esforzamos, y de hecho ni siquiera esperamos que los demás lo hagan tampoco.

El amor de ahora tiene muy poco de amor. Llámalo interés, pasión, necesidad, química, egoísmo, frenesí, parche, comodidad, besos. Llámalo X. Pero no te convenzas, ni por un momento, de que eso es amor.

El amor es saber entender al otro y soportarlo siempre; de verdad, siempre. Incluso cuando pone los pies encima de la mesa o se olvida de hacer eso que con tanta insistencia le hemos pedido. Es comprensivo aunque a veces cueste ponerse en la situación de quien tenemos en frente. Es estar a su disposición cuando nos necesite, y siendo buenos en cualquier circunstancia, aunque a veces no apetezca y cueste un poco de más.

El amor no sabe lo que es envidiar las alegrías y logros de los demás ¿eso para qué iba a servirle?. Tampoco se pasa el día presumiendo de sí mismo, ni es arrogante, ni siquiera aunque se le presente la ocasión.

El amor nunca, bajo ningún concepto, jamás, falta al respeto. Y sobre esto no hay mayor explicación, está soberanamente claro. Nunca busca sus intereses por encima y a costa de los de la otra persona. Aunque a veces pensar en el otro y lo que él quiere implique necesariamente renunciar a nuestros planes.

El amor es calmado, y eso le ayuda mucho a no perder las formas. Incluso aunque le toquen la fibra que más le duele. El amor, aunque parezca increíble, perdona sin rencores. No escribe en una lista interminable todos los fallos ajenos para echar mano de ella cuando la ocasión lo requiera, que eso tala muchos árboles innecesariamente.

El amor no sabe alegrarse cuando ve injusticias, ni mucho menos las crea, sino que busca y se alegra siempre en la verdad, sea cual sea, buena o mala. Duela o haga sonreír.

El amor perdona siempre, y siempre significa pase lo que pase. Confía y cree en la otra persona sin letra pequeña, todos los días del año. El amor es paciente y espera, el tiempo que haga falta. El verdadero amor lo soporta todo. Y ahí es nada. Y cuando el amor es así, cuando es amor, con mayúsculas y sin condiciones; entonces, y sólo entonces, es cuando dura para siempre y no muere nunca.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.