Muchos me preguntan el porqué de ‘Neverland’. Por qué lo utilizo como comodín, y me lo pongo de apellido siempre que la ocasión me lo permite. Pero yo nunca respondo, al menos no con toda la verdad. Mayormente porque nunca he sabido defenderme con las palabras. No, yo necesito escribir, sentir que controlo y escojo bien cada palabra.
El País de Nunca Jamás, el hogar de Peter Pan. ¿Qué tiene de especial? Los niños nunca crecen. Y no es que yo aspire a no envejecer, a evitar que a mi piel le salgan arrugas. Su razón de ser va mucho más allá de todo eso.
Los niños. Esos pequeños seres que nunca pierden la inocencia. Que nunca aparcan la ilusión. Que siempre están atentos. Que nunca dicen lo que los demás quieren oír. Que son tan espontáneos y despreocupados. Cada día es un regalo para ellos, porque ¿para qué iba a necesitar un niño pensar lo que va a hacer dentro de diez años? Viven el presente, cada día, mucho más intensamente que cualquiera de nosotros.
Tampoco aspiro a ser una niña siempre, no creáis que soy ingenua. Pero ¿por qué tiene que ser todo o nada? La gente crece, madura, aprende. Pero se preocupa demasiado. La vida es demasiado intensa como para perderla. Al fin y al cabo, cada día es un día que jamás va a volver. Cada momento, cada decisión, cada minuto… nadie nos lo va a devolver.
No se trata de ser inmaduros, pero sí de ser más inocentes. De dejar que la vida nos sorprenda con cada pequeño detalle. De mantener la ilusión, aunque las situaciones o las personas se empeñen en quitárnosla. Se trata de ser responsables, aunque tomándonos la vida un poco menos en serio. Porque ¿cuántas de las cosas que nos preocupan son de verdad tan importantes como nos parecen?
No. La vida hay que vivirla. Y nadie sabe hacer eso mejor que los niños que nunca crecen. Ahí está el reto: en encontrar el equilibrio perfecto entre ambas partes. Por eso lo utilizo en todos los sitios que puedo. Porque la vida se encarga en suficientes ocasiones de recordarme lo duras que se pueden poner las cosas. Así que, ya que nadie va a hacerlo, yo me encargo de recordarme a mí misma, que nunca nada es tan serio como parece. Que la vida, hay que vivirla, porque sólo hay una. Y al fin y al cabo, el 10% de ella consiste en lo que nos pasa, y el 90% en cómo lo hemos afrontado.