AL MEJOR DE LOS MEJORES

Hoy me acuerdo de una frase hecha que siempre se repite hasta la saciedad: «siempre se van los mejores». Pero no es cierto. ¿Verdad? Nos vamos todos. Antes o más tarde. En silencio o haciendo ruido. Avisando o sin esperar. Pero no es esa la cuestión. Es que es a esos mejores a los que siempre vamos a echar de menos. Los que se nota que se van.

Y ahí, sin duda, estás tú. Entre los mejores. El mejor de los mejores. El abuelo más galán. El que gastó quince sobres en una tarde de verano para enseñarme a mandar una carta escribiendo la dirección en su sitio; porque las cosas hay que hacerlas bien, no esperando que los demás las puedan descifrar. El que me enseñó cómo manejar el tenedor y el cuchillo para no dejar el filete hecho una cochambre. El que me enseñó a multiplicar (aunque, seamos francos, esto no lo celebré en su día, que era verano abuelo…). El que me dejó peinarle con cresta a sus 80; en casa, eso sí, sin que le vieran los demás. El que siguió llamándome bichito aun cuando pasaba de los 20. El que siguió viéndome guapa a pesar de mi horrible pinta de estudiante de MIR. El que se reía como un niño rebelde. El que intentó que me dejara de morder las uñas. El que me dio al padre más increíble y valiente del mundo mundial.

Aunque hay también muchas cosas que no me enseñaste. Muchas veces que te enfadaste. Paciencia que se agotó antes de tiempo; por las dos partes. Pero no importa. Eso no. Ya apenas me acuerdo de lo feo, ¿sabes? Parece que nunca existió. Porque me hiciste muchos regalos que duran toda una vida. Como hacerme ver que aunque nos hagan creer que no, aún hoy se puede amar toda la vida, hasta el final. Sin límites, sin condiciones. Y de verdad. Que se puede ver lo bonito hasta en las arrugas. Que ‘la abuela no era guapa de joven, que la abuela es preciosa’. Y nada más. Que hay que saber querer incluso a pesar de los errores, los enfados, o los achaques de la vejez. Que no se nos olvide jamás.

Ojalá sepas cuánto voy a echarte de menos. Cuántas veces voy a seguir hablando de ti aunque no estés. Cuánto te agradezco todo lo que me has dado. Y sobre todo, cuánto me habría gustado que te quedaras todavía un poco más.

Te quiero. Siempre. Y en presente, no en pasado. Porque te quiero como dice Buzz Lightyear: hasta el infinito y más allá.