EL ÚLTIMO LIMÓN.

Dicen que para que la vida nos haga felices necesitamos sentirnos útiles, activos, sentir que la estamos aprovechando, disfrutando, como si cada día fuese el último que se nos ha concedido. Pero la vida es más fácil de vivir pasando de largo, mostrando indiferencia, dejando para mañana lo que podemos hacer hoy.

Queremos tenerlo todo. Queremos no implicarnos pero sentir que está mereciendo la pena. Queremos volar sin levantar los pies del suelo. Estar sobre seguro y que la vida nos sorprenda. Lograr objetivos sin acarrear ningún riesgo. Saltar a la piscina sin mojarnos. Lograr cumplir sueños sin levantarnos de la cama. Y siento ser yo quien lo diga, pero la vida no tiene nada que ver con eso; ojalá, pero no funciona así.

Yo quiero acumular horas de sueño, si merecen la pena las noches. Quiero que se me fría el cerebro porque me gusta lo que hago. No me importa agotarme si así logro al menos una décima parte de lo que quiero. Necesito ser realista, sí. Pero prefiero estar también un poco loca. Quiero abarcar todo lo que pueda, y tal vez un poquito más. Quiero aprovechar las oportunidades que tengo, aunque algún día acabe maldiciendo la idea que tuve de meterme en tanto embrollo. No me importa que me digan que estoy como una cabra, al fin y al cabo, eso yo ya lo sabía. Pero qué queréis que os diga, siempre me ha gustado ir a contracorriente, salirme de la norma y de lo que cabe esperar, de lo fácil.

No me importa cansarme, porque la vida sólo cansa si se está aprovechando. Sólo agota cuando se exprime como si fuera el último limón del cesto. Ese que aprietas al máximo, para que el zumo rebose un poquito más. Y para eso, para que caiga esa última gota, hay que apretar más fuerte.

JUDGEMENT.

Curioso. La gente detesta que le juzguen. Sobre todo, porque la gente que más lo hace es la que menos nos conoce y la que menos nos aprecia. Curioso también, que a menudo, quienes más se quejan cuando están en el punto de mira son los mismos que no dudan en apuntar a los demás cuando tienen ocasión.

Si algo he aprendido en esta vida, es que nunca se está lo suficientemente por encima de otro como para tener el derecho de juzgarlo. Al fin y al cabo ¿quién sabe lo que hay en su cabeza? ¿por qué hace lo que hace?

A veces me pregunto qué habría hecho si hubiese tenido la curiosa pócima del Dr. Jekyll. Si de verdad hay tanta diferencia entre quienes son juzgados y sus jueces. ¿Todo se resume a que unos son íntegros y otros no? ¿O puede que unos se hayan atrevido a hacer lo que todos querían? ¿Si hubiésemos podido jugar a ser Mr. Hyde, hacer lo que nos diera la gana sin que nadie pudiera vernos… hubiésemos decidido hacer lo que se espera de nosotros?

Qué fácil es apuntar con el dedo a quien se ha equivocado, cuando nosotros no hemos tropezado en eso mismo. Pero, quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra… Y más aún: que tire una piedra aquél que nunca haya querido tropezarse.

En una ocasión escuché que los seres humanos tenemos dos orejas y una boca, para escuchar el doble y hablar la mitad. Sin embargo, muchas veces hemos usado sólo una oreja, y hemos tenido que usar la boca doblemente: primero para hablar, y después para tragarnos nuestras propias palabras. Aunque no está mal del todo, porque así es como se aprende. Naturalmente, sólo si estamos lo suficientemente atentos para cazar las lecciones que nos enseña la vida.