TE HAN MENTIDO.

Llevaba tiempo pensando escribir esto, y por alguna razón decidí que no iba a hacerlo. Pero la actualidad y el gilipollismo epidémico que observo últimamente me han sacado de mi obstinación. Y mirad que es difícil, porque puedo llegar a ser una cabezota -lo sé, no es bueno, intento trabajar en ello- pero sinceramente, me habéis tocado los huevos. Hablando en plata.

«Scarlett Johansson está gorda». Ole ahí, y os quedáis tan anchos. Esta sociedad empieza a hacerme gracia, porque llorar me hincha los ojos y no me da la gana; no por otra cosa. ¿Sabéis quién estaba gorda? Marilyn Monroe lo estaba. Igual algunos ni se acuerdan, porque ahora las caricaturas le ponen una cintura de avispa monísima que se han sacado de la manga. Pues lo estaba, concretamente una talla cuarenta y cuatro de gorda. Hoy, en el 2014 nadie en su sano juicio -o lo que se considera como tal- habría apostado en que se convertiría en todo un icono de la sensualidad. Una cuarenta y cuatro, repito. Exactamente en el límite de los pantalones que pueden comprarse en Inditex. Los pantalones de las gordas. Y esto suponiendo, claro, que las tallas de ahora sean las mismas que entonces.

Y a ver quién se atreve a decir que no fue sexy esa mujer.

Y es que antes, la gente pensaba con su propia mente, con la consecuencia lógica de que a cada uno le gustaba una cosa; su cosa. Y le gustaba desde luego con mucha más salud mental. Pero no, ahora hay que escuchar a cuatro resentidos dictar qué es la belleza. Como si tuviese algún sentido objetivarla. Y hay que estar dentro del canon. Hay que tener el thight gap. Por el amor de Dios, ¿qué gilipollez es esta? Ya no saben que inventar. No es suficiente con tener el pelo brillante y liso -si tienes rizos, te los quitas-, un culo que no llame excesivamente la atención, caderas inexistentes y pechos pequeños. Ahora hay que tener separación entre los muslos, cuanto más grande mejor. Y permitidme que os diga que eso no está al alcance de todo el mundo, muchas veces se trata de complexión, no de delgadez.

Y Scarlett Johansson, que había sido hasta ahora considerada por muchos una musa, una Marilyn del siglo XXI, ahora es apuñalada con los «pues a mí se me ha caído el mito». ¿Caído el mito? Scarlett ha sido siempre así. Nunca ha sido un palillo. El que te has caído eres tú. Lo que ha cambiado es tu percepción de lo que tiene que ser una tía buena. Porque tiene curvas. Naturales. Y eso ya no está de moda. Y tú, que te crees único y que crees amar lo que tú consideras bonito, estás influenciado por las mismas normas y directrices que todos los demás.

Y a tí. Chica. Tía buena. Te lo digo: te han mentido. Te han hecho creer que no eres guapa, porque tienes la nariz demasiado grande (¿comparando con la de quién? habría que preguntar). Te han mentido cuando te han dicho que no vales, que te falta más. O te sobra. Y tú te lo has creído. O al menos algunos días. Esos días alternos en los que te examinas con ojo de crítico y escoges e imaginas todo lo que cambiarías de tu cuerpo: las curvas. Que hasta hace unos años, y aún en la cabeza de algunos privilegiados, eran símbolo de feminidad.

Pero a lo mejor lo que hay que cambiar no son los culos, sino los cerebros.

Y que le den al canon.

Llamadme loca.